Regina Villareal es una joven a la que la vida le sonríe en todos los sentidos, es dueña de una gran belleza y de una gran fortuna que le dejaron sus padres al morir. Vive con su tía Berenice Villarreal, a quien quiere como una verdadera madre, y su insoportable prima Laura Castro Villarreal, que la envidia de una manera enfermiza desde que eran pequeñas, así como su inseparable nana Martina.
Regina está prometida y a punto de casarse con Mauricio, que sólo la quiere por interés y que es amante de Laura, pero el día de la boda Mauricio no se presenta y deja a Regina plantada en el altar. Como consecuencia del desengaño, Regina, destrozada y amargada decide abandonar su casa y su vida e irse a vivir a un rancho de su propiedad, lejos de la ciudad, el rancho «Los Cascabeles». Convertida en una mujer dura y sin sentimientos se dispone a administrar su propiedad con mano de hierro con la ayuda de su capataz, Macario, un maleante que comete las peores fechorías sin que Regina lo sepa y que se enamora de forma obsesiva de ella. Poco a poco, en el pueblo se empieza a conocer a Regina como «la Víbora».
Un día, conoce a José María el dueño de la hacienda vecina «Los Encinos», que también ha vuelto al pueblo intentando sacar adelante un rancho que está casi en ruinas. Aunque se enamora de él esconde sus sentimientos. Cuando la Tía Berenice y Laura llegan a «Los Cascabeles», Laura también se enamora de José María, y conspira con Macario para alejar a los dos jóvenes. Regina ahora volverá a ser blanco de su prima, aunque la dueña no dejara que le roben el corazón de su amado.
NUESTRO COMENTARIO
Nos es difícil hablar ahora de una novela que vimos a finales de los años 90, y decidir si la juzgamos con los criterios de entonces o los criterios de ahora.
A nosotros «La Dueña» nos gustó cuando la vimos, pero hay que tener en cuenta que en su día, como ya comentamos en otras ocasiones, las únicas novelas que nos llegaban eran, o bien las telenovelas-culebrones-dramones venezolanos, en la televisión española, o bien las telenovelas de Televisa a través del Canal de Telenovelas y, francamente, las segundas ganaban por goleada en producción, agilidad y ritmo.
En este entorno, «La Dueña» era una de esas telenovelas con una trama romántica y a la vez costumbrista que le gustan a Televisa (incluía, por supuesto, a un cura respondón). En la trama principal, Regina Villarreal se volvía absolutamente amargada, antipática y dura como consecuencia de haber sido abandonada en el altar por su novio Mauricio. Desengañada de todo se va a vivir a Los Cascabeles y se pone a administrar la hacienda con mano de hierro, sin piedad ni compasión ni atención para nadie ni para nada que no sea el rencor que siente.
Como argumento literario, la idea está muy bien pero, pasado el efecto atontolinante, o sea, una vez que se piensa un poco, no sabemos si ser abandonada, aunque sea un motivo triste, justifica ese cambio tan radical, y sobre todo rápido de personalidad, ya que ocurre en una noche. Pero no sólo es que Regina se convierte en una amargada, es que se convierte en una maleducada e intransigente incluso con la gente que siempre la ha querido, su tía y Martina, y que nunca le ha hecho ningún daño, todo lo contrario. De la misma manera abrupta, pasa de ser una chica rica que ve el mundo de color de rosa, a ser una administradora eficiente y eficaz de su patrimonio, adquiriendo los conocimientos necesarios por arte de birlibirloque (que suerte tiene Regina de aprender tan rápido) hasta el punto de no hacerle falta escuchar los consejos de nadie.
El resto de la trama sigue los caminos tradicionales, Regina conoce a José María (Francisco Gattorno en su primer papel en México), un chico sensato, decente y serio, tranquilo pero con carácter, que intenta recuperar el dinero de su familia y sacar adelante la finca «Los Encinos», luchando contra su falta de recursos, las zancadillas de Macario y sus propios padres, que viven su conflicto particular, ya que su padre fue el primer novio de la Tía Berenice y la dejó para casarse con su madre, Emma, interpretada por Rosita Quintana, una señora pesadísima y una de esas madres dominantes y plastas de las telenovelas. Cuando Regina y José María se conocen saltan chispas, pero Regina no quiere volver a enamorarse y a sufrir y no reconoce ni siquiera ante sí misma, que ama a José María.
Y en estas llega la primita Laura, interpretada por Cinthia Klitbo, loca de atar, que es ver a José María y enamorarse de él, no se sabe si por él mismo o por darle en el morro (los mexicanos dirían en la torre) a Regina. Para ganarse a José María, Laura decide adorar el santo por la peana, o sea, darle coba a su madre, y como Laura da coba como nadie y Regina es tan sumamente antipática (no sabemos por qué Angélica Rivera siempre hace esos papeles de chica antipática, como en «Angela»), pues se gana a la madre enredadora y dominante y ahí ya tenemos el lío armado porque entre las dos le ponen al pobre José María en un aprieto tras otro, mientras el padre de José María y la Tía Berenice se ponen ojos de carnero degollado.
Entre medias hay varias historias secundarias de los habitantes del pueblo, a algunos de los cuales les gusta Regina y a otros no. Entre las tramas secundarias hay una con una historia horrible en la que Macario viola a Blanquita (la primera vez que vimos a Patty Díaz y que nos pareció monísima) siendo a la vez el que vive (y pega) a su madre, incapaz de defenderse a sí misma y a su hija. Y decimos una historia feísima porque además de la fealdad del hecho en sí, la historia de la violación está tan mal tratada como se suelen tratar estos temas en las telenovelas y no ponen mucho énfasis en el mensaje ejemplarizante. Aunque, claro está, Macario paga al final todas su fechorías, el caso es que Blanquita se calla y no le cuenta a nadie lo que le ha pasado, cuando tendrían que dejar clarísimo a todo el mundo que no es eso lo que hay que hacer.
En realidad, Regina es como una versión descaifenada de Doña Bárbara, o sea, una Doña Bárbara en miniatura, ni el drama que la conduce a Regina a ser mala se justifica ni la dureza de Regina va más allá de ser bastante maleducada con todo el mundo.
En la versión que se vio en el Canal de Telenovelas hubo una cosa rara con ocasión de la muerte de Martina, porque dio la impresión de que se olvidaron de emitir bastantes escenas o que las cortaron porque a pesar de que Martina era uno de los personajes importantes y su muerte era una tragedia, no le dedicaron ni medio minuto al tema (o sea, no pudimos llorar a gusto). Sin embargo, en la revista Telenovela se vieron fotos del entierro de Martina de escenas que nunca pasaron por la televisión.
La relación amorosa es bonita, pero sin mucha tensión. Hay alguna que otra escena que recuerdo que me gustaron, como por ejemplo cuando Regina y José María van juntos sobre un caballo, pero tratándose de Angélica Rivera ya se podrán imaginar que sus escenas de amor son de lo más tieso, incluso para los cánones de aquellos años. Aún así, la novela se veía con cierto interés y la tensión no decaía en ningún momento»¦o eso me parecía a mí entonces.
LO MEJOR
El caballo de José María, que era absolutamente precioso. También me gustaba la hacienda de Regina, porque los escenarios naturales y las casas de las novelas mejicanas no tienen comparación.
Una de las tramas secundarias con gente más agradable era la de uno de los trabajadores de la hacienda «Los Encinos», creo que el personaje se llamaba Goyo, con su mujer y sus dos hijos ¿alguien recuerda como se llamaba el niño? Creo que se llamaba Chui, y estaba interpretado por el mismo niño que hacía de Pepín en «Alguna Vez Tendremos Alas« (Maickol Segura).
LO PEOR
El vestuario de Regina para conducir ganado era el predecesor del que llevaba Natalia Streignard en «La Tormenta», o sea, un vestuario igualito de inadecuado, o sea, mucho ombligo al aire y ropa estrechísima de la que no te deja respirar y que si te inclinas un poquito te sale un michelín en cuanto menos te lo esperes (por eso Angélica no cambia de postura en toda la novela). A eso se une que los dos vestidos de novia que se calza la chica al principio y al final de la novela (aunque creo que se llega a poner tres), eran la cosa más fea y más mal hecha que había visto en mucho tiempo. Todavía me dan escalofríos.
Lucía Guilmain, en el papel de Consuelo la madre de Blanquita, llevaba un peinado y una pinta que la hacía parecer un galgo ruso.
Salía Eduardo Santamarina, tan blandengue como siempre, y haciendo de malo es que no se hacen idea de lo mal que estaba.
REPARTO
Angélica Rivera.- Regina Villareal «La dueña»
Francisco Gattorno.- José María Cortés
Cynthia Klitbo .- Laura Castro Villareal
Norma Herrera .- Berenice Villareal V. de Castro
Salvador Sánchez .-Macario Robles
Raúl Ramirez .- Severiano Cortés
Miguel Pizarro .- Octavio Acosta
Jorge del Campo .- Don Anselmo Morales
Eduardo López Rojas .- Goyo
Lucia Guilmain .- Consuelo
Aylín Mújica .- Fabiola Hernández
Paty Diaz .- Blanquita
Gilberto Román .- Leandro Rentería
Roberto Ramírez Garza .- Padre Abel
Antonio Miguel .- Padre Juan
Rosita Quintana .- Emma
Josefina Echanove .- Martina
Eduardo Santamarina .- Mauricio Padilla
Marco Uriel .- Ismael
Georgina Pedret .- Patricia
Horacio Vera .- Fortunato
Gerardo Gallardo .- Omar
Eugenia Avendaño
Mario Casillas .- Manuel Hernández
Yula Pozo .- Silvia
Jesús Arriaga
Claudia Eliza Aguilar
Mariana Karr
José Antonio Ferral
Lorena ÃÂlvarez
Daniela Luján .- Regina Villareal de niña